A este barrio tuve la oportunidad de recorrerlo en mi última estadía en Madrid y ciertamente no me defraudó. Podríamos decir que se extiende al norte de la Gran Vía entre la Calle de Fuencarral al este y la Calle de la Princesa al oeste bordeando la Plaza España y hasta la calle Alberto Aguilera al norte, entre las estaciones de metro Argüelles y Bilbao.
Nosotros comenzábamos nuestros recorridos en esta zona cruzando la Gran Vía ya que estuvimos alojados en el Hotel Santo Domingo que está situado a pasos de aquí siendo además que su ubicación es bastante privilegiada para poder recorrer el área céntrica de la ciudad como el Barrio Sol, Los Austrias o Casa de Campo y nobleza obliga, debo decir que el hotel está muy bien, nosotros reservamos una habitación con un balcón amplísimo, también cuenta con pileta cubierta, bar y un restaurante ubicado en la azotea que posee unas vistas alucinantes de la ciudad. Malasaña fue en sus orígenes el Barrio de Maravillas para luego tomar el nombre de Manuela Malasaña quién fuera fusilada por las tropas de Napoleón en el levantamiento popular del 2/5. Me da la sensación que este barrio se ha convertido en un lugar en el que resalta la oferta de servicios alineados con una moda que por momentos resulta exageradamente progresista con todas sus notas de color que también suelen adornar con exceso la mayoría de los blogs de turismo que he leído sobre este destino y así lo pude corroborar en varios comercios que abarcan desde restaurantes exclusivamente veganos hasta locales que para mi sorpresa no aceptan pagos en efectivo entre muchas otras curiosidades. Más allá de estas cuestiones anecdóticas, sin ninguna duda Malasaña es uno de los barrios más agradables de Madrid y vale la pena invertir una buena cantidad de tiempo para disfrutar sus calles. Nuestro recorrido sugerido comienza en la Plaza de la Luna.
Así llamada porque es el lugar donde convergen las calles de la Luna y Tudescos, esconde algunos misterios como el que envuelve a la placa colocada aquí por un tal Eames Demetrios (según dicen, hay unas 80 por el mundo de este tipo) que simbolizan universos paralelos y sirven de pasaje a dichos universos (¿?). En una de sus esquinas alberga la Iglesia de San Martín de Tours, un buen exponente de la arquitectura barroca del siglo XVIII. Desde aquí nos dirigimos a la Iglesia de San Antonio de los Alemanes que si bien por fuera no suele decir demasiado, en su cúpula interior esconde un secreto por el que se la identifica como la Capilla Sixtina Madrileña, es la única iglesia de Madrid cubierta de frescos y una de las obras románicas más importantes de Europa.
De este barrio recuerdo a la mayoría de las calles empedradas y enmarcadas por fachadas prolijas e hileras de balcones interminables, dedicarse simplemente a recorrerlas es un placer. Muchas de ellas están rodeadas de historias y leyendas, la Calle del Espiritu Santo, por ejemplo, posee una mezcla de locales tradicionales y por supuesto, bares y cafés y según se cuenta, en algún momento durante el reinado de Felipe III cayó aquí un rayo en un día sin tormenta que arrasó con varias viviendas y mató a varios vecinos por lo que a alguien no se le ocurrió mejor idea que atribuir el suceso al Espíritu Santo e incluso se hizo un monumento en su honor que fue retirado en 1820.
En uno de los laterales de la calle del Espíritu Santo (antes de la Cruz del Espíritu Santo) nos encontramos con la Plaza del Rastrillo en la que también confluyen las calles del Marqués de Santa Ana (antes del Rubio), de San Andrés y del Tesoro. Se vincula a esta plaza con la detención de varios hombres que frecuentaban este lugar en ocasión de un robo que sufrió Felipe IV y por el que varios sujetos pagaron con su vida y a muchos otros se les cortó la mano como un castigo ejemplar para el resto de los ciudadanos. El origen del nombre Rastrillo fue para diferenciarla del Mercado del Rastro ya que aquí se asentaron varios negocios que conformaron un pequeño mercado en el que también se vendían alimentos y que llegaba hasta la plaza de San Ildefonso a unos 300 metros de aquí aunque con el correr de los años el mercado de esta plaza finalmente desapareció y solo quedó el conocido como Mercado de San Ildefonso sobre la calle Fuencarral con unos 20 puestos, terrazas y barras que lo hacen muy recomendable para ser visitado.
Otra de las leyendas más conocidas de Madrid es la vinculada con la Calle del Pez. Un sacerdote que vivía aquí decidió dividir su enorme finca en dos, una parte fue a parar a manos del rey Felipe II cuando se instaló en Madrid mientras que la otra parte, que tenía un gran lago con muchos peces pasó a manos de un tal Juan Coronel. Cuando comenzaron a construir en el predio de este señor Coronel, el agua del lago se contaminó y murieron todos los peces salvo uno, que la hija de este sujeto decidió cuidar aunque tampoco sobrevivió y en su honor el dueño de casa mandó grabar un pez de piedra en la entrada de su hogar por lo que ese lugar pasó a llamarse la Casa del Pez, nombre que luego heredó la calle.
La Palma de Madrid es otra de las calles muy reconocidas del barrio y se caracteriza por ser larga y estrecha y ser sede de varios locales y tiendas, varias especializadas en instrumentos de música y discos de segunda mano aunque para ser honestos, hay comercios vinculados a todo tipo de rubros.
Siempre es muy buena opción dejarse llevar simplemente callejeando para conocer rincones de un barrio como este pero también es cierto que hay varios sitios para recomendar como postas y que pueden incluir la pequeña Plaza Carlos Cambronero, la ya mencionada Plaza del Rastrillo o la referencia del centro del barrio, la Plaza 2 de Mayo.
La Plaza del 2 de Mayo es la más famosa de Malasaña porque es uno de los lugares claves donde se inició la guerra de independencia contra las tropas napoleónicas y en su centro hay dos estatuas dedicadas a los capitanes Daoz y Velarde líderes de aquella gesta y que murieron esa misma noche.
En la calle San Vicente de Ferrer nos encontramos con conjuntos de azulejos que decoran dos establecimientos de otra época, la Antigua Huevería y la Farmacia Juanse. Son azulejos sencillos pero que componen avisos publicitarios fascinantes, en especial los que invitan a probar los productos ofrecidos por la Farmacia.
La cantidad de carteles supera los que puedo describir en este post pero un ejemplo es el que muestra a una dama que sirve a su esposo enfermo una cucharada del Jarabe Balsámico Juanse que prácticamente lo cura todo “Asma, bronquitis, catarros descuidados, coqueluche, gripe, toses pertinentes, tisis, etc.” u otro (la imagen anterior) en el que se retrata a un chino con coleta que le ofrece a una dama una taza de té y donde se puede leer una leyenda que dice “Te purgante Pelletier, compuesto de plantas y flores aromáticas, se hace infusión como el té negro y se toma con placer” y por debajo del recuadro, otro slogan comercial más directo “Para las lombrices, pidan Lombricina” o el que particularmente considero el mensaje más logrado de los “Fumables Inofensivos” (la próxima imagen) en el que un sujeto elegantemente vestido observa detenidamente una caja de cigarrillos supuestamente elaborados en base a plantas sustitutivas del tabaco.
Nuestro trayecto en el barrio concluyó con una visita al Museo de Historia de Madrid que posee una magnífica fachada barroca del Real Hospicio de San Fernando y en cuyo interior alberga más de 60 mil objetos como maquetas, fotografías, muebles o elementos históricos variados y muy valiosas pinturas. En ocasión de nuestra última visita, por ejemplo, recuerdo que había una muestra de una colección de piezas como fotografías, ropa y hasta vehículos que recorría la historia de las fuerzas de seguridad madrileñas. Es una visita recomendable y seguramente cuando escriba un post sobre los museos de Madrid le voy a dedicar algunos renglones más.
Hasta aquí llego en Malasaña y en el próximo post me voy a dedicar a compartir algo sobre el agradable Barrio de los Austrias continuando nuestro recorrido en Madrid.
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